“Si por amor a la paz estuvimos desarmados, 

por amor a la justicia ahora el fusil empuñamos.”

Manuel Altolaguirre

(Málaga, 1905 - Burgos, 1959)



¡Ay, Carmela!

LETRA


El ejército del Ebro,

rumba la rumba la rumba ba,

una noche el río pasó.

¡Ay, Carmela! ¡Ay, Carmela!


Pero nada pueden bombas,

rumba la rumba la rumba ba,

donde sobra corazón.

¡Ay, Carmela! ¡Ay, Carmela!


Contraataques muy rabiosos,

rumba la rumba la rumba ba,

deberemos combatir.

¡Ay, Carmela! ¡Ay, Carmela!


Pero igual que combatimos,

rumba la rumba la rumba ba,

prometemos resistir.

¡Ay, Carmela, ¡Ay, Carmela!




CRÉDITOS

Canción Popular

Voz y Coros: Sensi Falán

Guitarras y Bajo: Carlos López Lirola

Percusión: Zeque Olmo

Producción Musical: Sergio Núñez

Atlántida Music

© Sensi Falán

ARTÍCULO DE ANTONIO DE LA TRINIDAD RUIZ, ESCRITOR Y DRAMATURGO. 

UNA MELANCÓLICA BRUMA 

Entre el enjambrado repertorio musical que deparó la Guerra Civil, donde sobrepujaron los himnos militares y la perversión de letras de un cancionero popular anterior a la matanza, adaptadas a la intención propagandística de cada uno de los dos bandos condenados a exterminarse mutuamente, ha sobrevivido con un extraordinario poder simbólico “¡Ay, Carmela!”, erigiéndose como santo y seña de aquellas tonadas que la infantería (y el pueblo) cantara mientras avanzaba o retrocedía, según fortuna, sobre los campos de batalla, donde el fango de las líneas se nutría de líquidas ignominia y sangre. 

El poder de esta partitura, que algunas discutidas teorías hacen debutar en el enfrentamiento contra la invasión napoleónica, sin que esta bruma se haya disipado a estas alturas, lo hallamos en el mero pentagrama, que aún despojado de sus diversas letras, contiene una rara fascinación musical, como un mantra, que en la reiteración de esas oscuras y muy aceradas notas (en esto último destaca el carácter bélico de la canción), provoca en el oyente una cierta melancolía y hasta una extemporánea nostalgia, incluso entre los bisnietos de aquellos que se mataron concienzudamente en las trincheras que cuartearon la pelleja de España. 

Es, por tanto, la magia misteriosa de las blancas y negras que arman “¡Ay, Carmela!”, las que aún alientan, y con vigor, la vigencia de esta canción que ha sabido conmover e inspirar a artistas tan variopintos como Rolando Alarcón, Sánchez Ferlosio, Aute e incluso Joe Strummer o Christy Moore, entre otros músicos de una punta a la otra del mundo. Hecha suya también por el bando de los sublevados, que se sacó de la manga otra letra adaptada a su propio aliento, se trata de una canción esencialmente republicana, circunstancia que explica porqué tantos cantautores de marcado acento progresista la hayan versionado a su gusto y manera con el devenir de los tiempos, sin que la obra pierda un ápice de su desmayado, elegiaco encanto.

Elevada por encima de tantas voces dispares, queda marcada la versión que contiene en sus versos la macabra efémeride de la Batalla del Ebro, donde los españoles nos destripamos a modo. En la descalabrada calavera de los perdedores supervivientes, aún resonaría el nombre de Carmela después de que, en palabras de Fernán Gómez para la coda de “Las bicicletas son para el verano”, no llegó la paz, sino la victoria.