“Y así voy caminando por este desconcierto oscuro y luminoso...”

Ernestina de Champourcin 

(Vitoria, 1905 - Madrid, 1999)  



En el filo del viento

María Enciso

(Almería, 1908 - Ciudad de México, 1949)

LETRA

"Torrente de mi sangre desbordado,

en tu mismo dolor yo voy ungida,

y siento arder en mí, tu misma herida,

y tu grito de llanto, desvelado.


En el filo del viento se ha quedado

tu dulce voz, ausente, oscurecida,

suave como luz de amanecida,

del solo corazón, dardo clavado.


Vivo en ti, contemplando tu presencia,

siempre sola y lejana, tierra mía,

por la dura injusticia traspasada,


es mi caudal de sangre mi existencia.

Y así, al vivir, muriendo cada día,

vivo en tu soledad, enamorada."

CRÉDITOS

Poema: María Enciso

Adaptación y Música: Sensi Falán

Voz: Sensi Falán

Guitarras y Bajo: Carlos López Lirola

Acordeón: Chochi Duré

Percusión: Zeque Olmo

Producción Musical: Sergio Núñez

Atlántida Music

© Causahabientes de María Enciso

© Sensi Falán

ARTÍCULO DE EVA DÍAZ PÉREZ, ESCRITORA Y PERIODISTA.

VIAJERA POR LA EUROPA FUGITIVA

La escritora almeriense recorrió los campos de internamiento dispersos por Francia. Como delegada del Gobierno republicano se ocupó de rescatar a los hijos de los republicanos españoles para refugiarlos en Bélgica. Pero la invasión nazi la llevará a seguir huyendo hasta París, luego Londres y más tarde a Liverpool. Allí embarcará con destino a América. María Enciso vivirá junto a su hija pequeña en Colombia, Cuba y México. Enciso, que en su España perdida ejerció como maestra, terminó como periodista en sus patrias de acogida. Publicará libros reveladores de su agitada biografía por culpa del tiempo histórico que le tocó vivir como ‘Europa fugitiva’. En la revista ‘Las Españas’ dedicó emocionados textos a su Almería natal. Escribió poemarios con el dolor de España como tema.

Partieron del puerto de Liverpool. Atrás quedaba Europa. En las bodegas de aquel barco salvador se refugiaba una Europa aterida, estremecida, aún con el olor abstracto que deja en las manos la guerra. María Enciso era una más de las fugitivas que huían en busca de la salvación, dejando atrás paisajes de batallas, la negrura de la trincheras y los ojos del hambre. Aquella maestra almeriense había recorrido los campos de internamiento franceses recogiendo a niños huérfanos, a niños perdidos, a los niños de la guerra para que empezaran una nueva vida en Bélgica. Atrás quedaba todo. Fue entonces cuando María Enciso comenzó a escribir un libro a modo de exorcismo, de denuncia, un libro-grito que concluiría en el otro lado del océano.

Poco podía imaginar María Enciso el capricho azaroso de su destino. Nace en 1908 en Almería y estudia en la Escuela Normal de Maestras de Almería. Siendo muy pequeña su familia se traslada a Barcelona, pero con la muerte del padre regresarán a Almería. Almería será un recuerdo doloroso para María Enciso. El temor a perder esa memoria, a caer en la negrura del olvido es lo que revelan algunos poemas de su libro De mar a mar, título que evoca el verso machadiano y el destino de la maestra, el viaje de un mar a otro por culpa de los caprichos crueles de la guerra.

En el poema Recuerdo de Almería afirma: «De cal y agua/ más blanca todavía/ yo te soñaba». Almería será eso, un sueño blanquísimo, un recuerdo soñado que vaga en la niebla, sin saber ya si se vivió o se soñó.

Desde el México que la acoge en su muerte temprana en el año 1949, María Enciso se agarraría a su memoria como última patria. Recuerda sobre todo las largas tardes de sol en la quincallería que su madre ya viuda instaló en la zona de La Almedina. Allí quedará su infancia, congelada en un sueño viscoso y tibio, intocable, única salvación para la fugitiva.

DE ALMERÍA A BARCELONA

Pero tras sus estudios en Almería, María Enciso se traslada a Barcelona donde se instala en la Residencia de Estudiantes de Ríos Rosas, en el barrio de San Gervasio. Esta estancia le cambiará definitivamente convirtiéndola en una mujer culta y comprometida, un buen ejemplo de aquellas mujeres pioneras de la Segunda República.

La maestra almeriense comienza pronto a ejercer aprovechando el impulso del gobierno republicano a la enseñanza. En 1932, María se casa con Francisco del Olmo y tienen una hija, Rosa del Olmo Pérez. Una niña que seguirá el destino errante de su madre, con una infancia de viajes sin destino.

Con el estallido de la Guerra Civil se romperán todos los sueños. María atravesará la frontera por Cervere en enero de 1939 con una misión muy especial como delegada de la República: recorrer los campos de concentración franceses para rescatar a los niños de los refugiados republicanos y conseguirles un acomodo en Bélgica.

La experiencia por la geografía de los campos marcará profundamente a María. La arena sucia, la muerte, el hambre, el frío, la humillación en los campos seguirá en la mirada de esos niños viejos por culpa de la guerra, niños que ya lo han visto todo, como definía Joseph Roth a las generaciones cuya memoria infantil es un negro recuerdo de la guerra.

María Enciso intentará olvidar esas escenas, los llantos de los niños al dejar a sus padres en Bruselas. Pero aún queda otro horror por venir: la invasión nazi. La maestra tiene que abandonar el país con su hija pequeña y huir a Francia.

Llegará a París sorprendida de que el ambiente de guerra aún parece no amenazar a la ciudad azul. Pero será cuestión de días. María volverá a escapar de los nazis, atravesará el Canal de la Mancha, recorrerá Londres y luego Liverpool en busca del barco que la llevará al otro lado del océano.

Los días de navegación serán terribles. Con ella viaja toda una Europa fugitiva. Ése será el título del libro que terminará escribiendo en su patria de acogida: Europa fugitiva. Treinta estampas de la guerra. Pero ¿dónde se instalará María? La maestra andaluza recorerrá Colombia y Cuba hasta afincarse definitivamente en México.

PERIODISTA EN AMÉRICA

En su exilio, María se dedicará al periodismo para ganarse la vida. En Colombia –donde vivirá desde julio de 1940 hasta 1944– colaborará en el semanario Sábado, El Tiempo y la Revista de las Indias. Además de publicar Europa fugitiva editará otro libro, Cristal de las horas.

En 1945, María Enciso se traslada a Cuba. En La Habana vivirá tres meses en una pensión regentada por un matrimonio español exiliado, Eduardo Ortega y Gasset y Adela, su mujer.

Pero México D.F. será su patria definitiva. Un lugar al que nunca terminó de acostumbrarse. Como detalla Antonina Rodrigo en su libro Exilio y mujer, Enciso vivirá en la calle del General Prim, 85 y colaborará en El Nacional.

Sin embargo, durante su fugaz estancia en La Habana, la maestra y ahora periodista publicará otra obra en la que se confirma como una excelente poeta.

El libro se titula De mar a mar y salió de la imprenta de Manuel Altolaguirre, concretamente la séptima que el poeta malagueño tuvo en Cuba.

En el fundamental libro colectivo El exilio español de 1939, Aurora de Albornoz en su estudio Poesía de la España peregrina destaca este poemario publicado en 1946. Aurora de Albornoz señala que España es el tema casi exclusivo del libro, «España como dolor o como esperanza; como paisaje evocado, o como tierrra de infancia –andaluza– perdida». «Pienso en España/ vendida toda,/ de río a río,/ de monte a monte,/ de mar a mar».

Pero el destino tenía preparada una negra carta más para María. La maestra-periodista morirá en el año 1949 tras una operación de apendicitis. «Muerta a deshora la leal amiga», escribirán sus amigos de la revista Las Españas. Su hija tenía sólo 13 años cuando asiste al entierro en el Panteón Español de México, apenas estrenado aún por la triste España del destierro.

PASEANDO POR UNA ALMERÍA PERDIDA EN EL RECUERDO

«Decir Almería es como pronunciar las palabras mar y aire claro de otro modo distinto». Así comienza el artículo que María Enciso dedicó a su ciudad natal en la sección España en el recuerdo de la revista Las Españas. Almería, ciudad árabigo-andaluza es el título de este recuerdo emocionado a su paisaje perdido y que publicó en enero de 1947.

España en el recuerdo se convirtió en una de las secciones más emotivas de aquella revista mítica del exilio republicano. En Las Españas, fundada por Manuel Andújar y José Ramón Arana, se publicaron estas evocaciones de paisajes en la memoria como El Madrid de los Madriles, de Bergamín; Mi Asturias, de Luis A. Santullano; Málaga, de Manuel Andújar, o Huesca, tierra entrañable, de José Ramón Arana.

María Enciso vuelca en las páginas de Las Españas ese libro de memorias de su infancia y así se redescubre mirando «las pajizas montañas coronadas de cal» o «la plaza de la catedral con su mole de piedra berroqueña».

La Almería de Enciso tiene un color definitivo, un color que es también el mismo que tiene la niebla del recuerdo o, quién sabe, si la del olvido. «Una pincelada de cal es la ciudad quieta y provinciana en donde nunca ocurre nada».

En este hermoso artículo evocativo es posible pasear por una Almería perdida, no sólo por María Enciso. El lector descubre la calle de la Reina con su «piso sin guijarros puntiagudos», la calle de los Olmos «con sus árboles centenarios» o el parque Cervantes. La escritora desvela la secreta cartografía de la ciudad mediterránea: «Como casi todas las calles almerienses van a parar al mar».

Hasta confesar cómo le duele la ciudad de su infancia por culpa de «sensaciones que llevamos clavadas como un dardo en el alma peregrina que aún no sabe hasta dónde vagará». Un final que recuerda el aire de su poemario último, Raíz al viento.

Es la misma intención de los poemas incluidos en De mar a mar, que dedicó «a los guerrilleros, vigilantes en las veredas de España»: «Tú me dueles, España. Y este dolor profundo, / lleva tu clara huella, perfecta, definida».

En julio de 1948 aparecía la última colaboración de María en Las Españas. Fue en la página titulada Poesía en el destierro junto a poemas de otras ilustres exiliadas, Ernestina de Champourcin y Concha Méndez. Son los sonetos Abril, El aire, Azul y Ocre, que comienza: «Me sorprende la noche/ con su voz de nostalgia…».